Mi desamor por la República

Mi desamor por la República no viene de ayer. Esta reflexión personal sobre mi relación con esta República se produjo después de un comentario de Houria Boultedja sobre el amor y el odio y una conversación con un amigo racializado que ha vivido episodios similares a los míos. Si mi posición actual es de desamor por la República es porque esta historia obviamente empezó con una especie de historia de amor.

Fui una niña educada en los principios republicanos:
los derechos humanos y del ciudadano, la Revolución Francesa, la laicidad y los grandes principios franceses de libertad, igualdad y fraternidad.

Crecí en los años 90 en Francia, la gran época de SOS Racismo, “no toques a mi colega” (campaña antirracista de la época) de la cual salió la famosa mano amarilla, la Francia “Black, Blanc, Beur” post Mundial de Fútbol ‘98.
Crecí en esta gran República jacobinista, aparentemente inclusiva, igualitaria, que no ve los colores, nuestro querido país de la Ilustración y los grandes pensadores.

En Francia, desde nuestra infancia hasta la edad adulta, todo está condicionado para que seamos buenos creyentes de la República, que los principios republicanos y universalistas sean nuestros valores, para que llevemos la República en nuestro corazón. Y por supuesto que nunca la cuestionemos. La escuela, la televisión, las diversas instituciones, los políticos, las personas que nos rodean… todo este pequeño mundo predica sermones con los ojos cerrados, a nuestra gran dama que es la República. De niña no escapé a esto, naturalmente también amaba : “el principio laico, universalista y republicano”.

Se dice que el amor es ciego ¿no?

Desde la infancia hasta mi entrada en el colegio (la entrada al colegio en Francia se hace los 11 años) ya notaba comportamientos extraños hacia mí, actitudes de los maestros, actitudes de algunos alumnos, apodos que me impusieron (entre otros “pequeñito mono”) pero aún no identificaba el problema, no tenía ninguna palabra para referirme a esta situación.
Así que a mi entrada al colegio, comenzaron a aparecer las primeras dudas sobre mi amor por la República. Me dí cuenta de que el principio republicano no era tan liso como habían tratado de hacerme creer. Abrí suavemente los ojos ante el hecho de que la República y sus representantes directos, que eran la escuela y la policía, no trataban a todos sus hijos de la misma manera.

La violencia se hizo más frecuente debido al paso desde la infancia a la pre-adolescencia, la violencia se experimenta casi gradualmente con la edad, la violencia emana directamente de la escuela pero también de los diferentes actores sociales.
Una de mis profesoras de plástica me expulsaba sólo a mí cuando toda la clase estaba agitada, con el paso de los meses me dí cuenta de que sólo expulsaba a los racializados de su clase.
Mis primeras confrontaciones con la policía, la madre de un amigo a quien no le gustaba sólo porque no era blanca, la madre de otro amigo que me llamaba “la negrata”, la clase de ZEGPA (secciones de educación general y profesional adaptadas o más familiarmente llamadas : las clases basura) donde una gran parte de los alumnos eran racializados, como si esta juventud estuviera destinada a no tener futuro, mi madre que me prohibía ir al ZUP (área para urbanizar por prioridad o vivienda social), el lenguaje de algunos maestros al hablar con personas no Blancas.
Mi tío que al brindar decía :
“uno menos para los Árabes”
Y toda una serie de eventos sacudió mi fe ciega en el país de la Ilustración y los derechos humanos.

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Me dí cuenta de que el principio republicano no era tan liso como habían tratado de hacerme creer. Abrí suavemente los ojos ante el hecho de que la República y sus representantes directos, que eran la escuela y la policía, no trataban a todos sus hijos de la misma manera.

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Estaba desengañada, mis dudas aumentaban, tenía preguntas, muchas preguntas, pero por el momento no tenía respuesta. Todavía no sabía que esta relación iba a ser tóxica y que la República o, al menos, la imagen que me habían vendido de ella, me iba a engañar, a traicionar.
Todavía no sabía que todos los episodios que había experimentado en el colegio eran sólo el comienzo de una larga caída hacia mi actual desamor con la República Francesa.

Cuando tenía 14 años, entré en el instituto, una época en la que la infancia queda atrás, pero en la que aún no somos adultos. No era consciente de que, por nuestra proximidad a la edad adulta (ya no somos niños pequeños adorables).

Los representantes de la República iban a ser aún más amenazantes, agresivos y violentos, mucho más de lo que podría haber imaginado hasta entonces.
Me gustaría recentrar aquí parte de la historia:
crecí en lo que podría llamarse una ciudad de tamaño medio, de 20.000 habitantes, no en una metrópolis donde los problemas que describo aquí se multiplican por mil.
La escuela en sí también tiene posiciones claras sobre el lugar que deben ocupar los jóvenes racializados en la sociedad y sus perspectivas de futuro. Un buen ejemplo a tomar es la orientación escolar pre-bachillerato (hay otras orientaciones discriminatorias como la del final del colegio). Sea al final del colegio o del instituto, los alumnos racializados y/o de barrios desfavorecidos son seleccionados, les cortan las alas incluso antes de terminar su educación y son orientados hacia carreras basura.

La policía…
Al crecer los altercados con la policía pasaron de ser unos simples controles de identidad (que ya eran por perfiles étnicos) a otra forma de control. La relación con la policía se fue transformando, fue el inicio de las intimidaciones, las violencias y las humillaciones. Los controles por perfiles étnicos más frecuentes y la violencia policial hicieron su gran entrada en mi vida cotidiana. Cuando los jóvenes racializados se convierten en adolescentes representan, cada vez más, una amenaza para la República, de ahí que la policía los trate como adultos desde una violencia institucionalizada y racista.

Un evento importante que marcó el final de mi instituto fueron los disturbios de 2005.
Pequeño recordatorio histórico :
En 2005 en Clichy-sous-Bois, Zyed Benna y Bouna Traore (15 y 17 años) mueren electrocutados mientras intentan escapar a un control policial.
Los asesinatos por parte de la policía francesa no eran en absoluto algo nuevo en Francia, tan sólo una historia que se repetía. Tras este trágico evento, los suburbios de todo el territorio francés entraron en revuelta contra el Estado, sus injusticias y su racismo institucional que ya contaba numerosas víctimas. Todavía recuerdo el alcance del problema, ya que hubo varios disturbios en mi ciudad, y repito que crecí en una ciudad de 20.000 habitantes.
Ese mismo año, vi a un amigo racializado que se había mudado desde hacía tiempo a un suburbio de París, me contó la violencia y la intimidación constante que experimentaba, los helicópteros que pasaban sobre los suburbios, el CRS (los antidisturbios) armados hasta los dientes…

Vi ante mis ojos a los jóvenes racializados olvidados de Francia que luchaban ante el Estado francés para exigir justicia y dignidad. Y, por otro lado, observé la reacción de los buenos Blancos galos judeo-cristianos republicanos y defensores de los derechos humanos, que despreciaban a la gente de los suburbios, que los trataban de salvajes e inadaptados.

Yo no formaba parte de esa juventud. No crecí en los suburbios, pero desde los 18 años comprendí su frustración, esa ira que estaba totalmente justificada, no formaba parte de esa juventud, pero sus caras se parecía a la mía y no me reconocía en nada en los discursos republicanos blancos que seguían afirmando que estas personas eran salvajes, porque de manera indirecta también a mí me llamaban salvaje.
La escuela y la policía fueron para mí marcadores muy importantes de aprendizaje de no-igualdad y no-fraternidad, de injusticias, de un laicismo fracturado o inexistente que servía sólo a sus propios objetivos. Una supuesta “integración y asimilación” completamente fracasadas, truncadas, que revelaban sus discriminaciones raciales y sociales. La escuela republicana y su moral laica e igualitaria resultaron ser una farsa. La policía resultó ser una amenaza, un arma represiva al servicio del Estado y la defensa de la República y en ningún caso al servicio de la protección de los ciudadanos, o tan sólo de “ciertos” ciudadanos.

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Yo no formaba parte de esa juventud. No crecí en los suburbios, pero desde los 18 años comprendí su frustración, esa ira que estaba totalmente justificada, no formaba parte de esa juventud, pero sus caras se parecía a la mía y no me reconocía en nada en los discursos republicanos blancos que seguían afirmando que estas personas eran salvajes, porque de manera indirecta también a mí me llamaban salvaje.

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La República no sólo me había traicionada con estos grandes principios, sino que también me había mentido y ocultado cosas. Me había mentido sobre la historia de Francia, me había mentido sobre el universalismo, me había mentido acerca de sus valores, me había mentido a mí, pero también a miles de otras personas.
Como dije antes, cuando era niña estaba llena de preguntas sin respuesta, cuando era adolescente y joven adulta empecé a buscar respuestas a todas estas preguntas. Y descubrí muchas verdades ocultas y calladas sobre la República. Las diferentes historias coloniales y los crímenes franceses contra los indígenas de las colonias.
Busqué historias y personas para contármelas, busqué esas historias que no estaban en los libros escolares franceses. Por ejemplo, me enteré de la masacre de los argelinos por parte de la policía francesa la noche del 17 de octubre de 1961, cuando durante una manifestación pacifista fueron ejecutados a sangre fría. Empecé así a entender por qué éramos franceses con un gran PERO que amenazaba sobre nuestras cabezas como una espada de Damocles.

Con poco más de 20 años me fui a vivir a Marruecos. Viví poco menos de un año en Casablanca. Pude observar la herencia del ex-protectorado en el Marruecos actual, cómo la lengua francesa se valora como mejor frente al árabe o bereber, los barrios de descendientes de colonialistas Blancos y ricos, la cultura y el patrimonio franceses enseñados en las universidades en detrimento de la cultura y el patrimonio marroquíes.
Escuché historias de cómo los funcionarios Franceses Blancos trataban a los Marroquíes en el consulado francés, vi cómo los Blancos Franceses en general se creían superiores a los Marroquíes, vi las playas privadas para los blancos donde los marroquíes no podían entrar, me di cuenta de que parte de mis conocidos nunca podrían venir a verme a Francia, ni siquiera por un fin de semana, porque les era prácticamente imposible obtener una visado… mientras recordaba el trato racista que vivían las personas de origen Magrebí en Francia.
Regresé a Francia y llegué a mi ruptura definitiva con la República. Los años posteriores empecé a entender las mecánicas del racismo, la historia colonial e imperialista francesa, los asesinatos, las torturas, las violaciones, los crímenes del Estado francés contra las diferentes poblaciones colonizadas y ex-colonizadas dentro y fuera del territorio.

La masacre de los Thiaroye Senegaleses (soldados que lucharon por la liberación de Francia durante la Segunda Guerra Mundial), el trato a los territorios de ultramar y los disturbios de mayo de 1967 en Guadalupe, la historia de los Kanaks, los disturbios de los suburbios de 1979 hasta los de hoy en día, la guerra de Argelia y la de Indochina y sus miles de muertos, la relación Francia-África…
Al crecer, empecé a encontrar las respuestas y pude situar ese malestar que sentía siendo niña. Finalmente lo entendí, pero me llevaría a una ruptura brutal con esta gran historia de amor que mantuve con la República Francesa. El velo había caído, al fin.

Pero al final de esta historia de amor no le siguió un gran vacío en mi vida, sino todo lo contrario, claramente fue un renacimiento.

La multiplicidad de voces y personas que lucharon enfrentándose en el Estado francés en los últimos años, pero también en el pasado, ha sido una revelación para mí.
La accesibilidad y la visibilidad a la historia francesa pasada en toda su complejidad, así como estas luchas anticolonialistas y antirracistas llevadas a cabo por racializados me llevaron a creer en otros principios, otros modelos, otros ideales y a tener otras perspectivas sobre el pasado, el presente y el futuro. Ahora tengo las herramientas para entender cómo se jodió nuestra historia de amor.

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« No dejaremos que nadie hable en nombre de nuestras esperanzas
No somos víctimas, menos aún condenados.
Llegaremos desde el alba en irrupción espontánea »

 Gaël Faye
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Cita de Kerry James:

« A todos estos racistas con tolerancia hipócrita
Que construyeron su nación sobre la sangre
Ahora se erigen como aleccionadores
Saqueadores de riquezas, asesinos de Africanos
Colonizadores, torturadores de Argelinos
Este pasado colonial es el vuestro
Vosotros habéis elegido vincular vuestra historia a la nuestra
Ahora debéis aceptar
El olor a sangre os persigue aunque os perfuméis »

« Son los mismos hipócritas que nos hablan de diversidad
Que expresan el racismo bajo el disfraz del laicismo
Sueñan con un Francés único, con una única identidad
Se empeñan en discriminar, las mismas minorías
Ante los mismos electores, se agitan los mismos temores
Se enfrentan las comunidades, para ocultar la precariedad
Que nadie se sorprenda si mañana acaba petando
Cómo amar a un país, que se niega a respetarnos »

Vuestros hijos racializados tienen los ojos abiertos y ya no están dispuestos a dejarse pisar, conocemos la historia, conocemos las luchas pasadas, ahora somos los expertos de nuestras vidas y los maestros de nuestras historias, el paternalismo ya se acabó.
Pero, al parecer, esta gran historia de amor no termina conmigo, ni con los demás, ya que vuestros galos descendientes de la Ilustración, sus grandes principios, sus grandes valores republicanos y laicos me consideran como una amenaza para Francia, un enemigo de la nación por mis posiciones antirracistas, anticoloniales, anti imperialistas. Porque he roto una regla de oro:
critico Francia, critico la República y sus grandes valores. Los descendientes de la Ilustración, universalistas y jacobinistas, han decidido atacar a los antirracistas y decoloniales, para intentar censurarlos en espacios públicos y universitarios, ya que representan un gran peligro para la nación. Una vez más, la maquinaria laica y republicana se pone en marcha para intentar desacreditarnos, silenciarnos y criminalizarnos. ¿Son los movimientos decoloniales una amenaza para el Humanismo?

¿Somos una amenaza para la nación y la República? Una vez más,
¿Ponéis a vuestros hijos en la posición de enemigo?
Pero, madame la Repúbica, esto demuestra sólo una cosa: tiene usted miedo, madame la República, está usted aterrorizada porque sus hijos racializados se están organizando sin usted.

Cita Gaël Faye

« No dejaremos que nadie hable en nombre de nuestras esperanzas
No somos víctimas, menos aún condenados.
Llegaremos desde el alba en irrupción espontánea »

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